miércoles, enero 25, 2006

La leyenda de la siembra del agua


Cuentan los abuelos que hace muchos años en nuestro pueblo se daban fuertes veranos y sequías, a pesar de la espesa vegetación que aquí existe. Entonces, por esos tiempos, las gentes tenían que caminar durante largas jornadas para encontrar el agua para su sustento.

En una Semana Santa, una campesina fervorosa se fue hasta la iglesia y hablando con el sacerdote logró que éste bendijera un chucho o calabazo lleno de agua que luego sembraría en las raíces de unos árboles, junto con tres cabellos de la corona de una mujer.

Construyó una pequeña gruta con la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, a la que le rezaba el rosario y 33 credos junto con sus hijos y hermanos, quienes además hacían oraciones y súplicas, implorando con mucha fe el agua de sus necesidades.

Pasados 5 o 6 años, la mujer, paseándose por su finca, encontró que un aljibe había brotado metros más abajo del lugar de la misma siembra. Corriendo llamó a su esposo y asombrada por el misterio del hecho les mostró que la obra se había convertido en el milagro tan deseado.

Dicen que si el agua se malgasta o ensucia o se tiene con envidia, se corre el riesgo que desaparezca.

A partir de ese momento, las mujeres empezaron a sembrar agua. Era trabajo exclusivo de las damas de mucha fe. Las aguas se cargaban en chucho o grandes calabazos, en grandes cajones hechos en cuero, cargados a lomo de mula.

Por eso en San Vicente no faltará nunca el agua porque nuestras abuelas con sus siembras volvieron santa nuestra tierra.

Manuel Enrique Hernández Gómez, en un trabajo de recuperación cultural del grupo Cañabrava Posted by Picasa

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