Lo sentían aunque no era cierto. Por eso al vernos de nuevo todos los encuentros fueron muy emotivos. Al ponernos a conversar fue como si tanto tiempo, casi dos años con algunos, no hubiera sido todo ese montón de días, sino apenas unas pocas horas.
El viaje tuvo un pequeño aliciente para los músicos, aparte del sentimental de reencontrarnos, y fue haber recibido un dinero como producto de las ventas del libro y el cd.

Esa vez hubo musica en el corredor de la casa de ‘Quemazón’, roncito y buena cerveza, hasta que llegó el rector del colegio y dañó la cosa cuando le sacó la piedra al dueño del hogar dando sus opiniones sobre lo que era y lo que no era folclor. “Aquí todo mundo dice que sabe de esa vaina”, dijo el ‘Quema’ en aquella ocasión y ahora lo repitió.
Esta vez también hubo música, ron, pero ‘Quema’ fue tolerante: se aguantó a otro tipo que llegó a interrumpirlo; un muchacho que pasaba en una cicla y que paró al oír la guitarra. El hombre gorrió trago (se animó porque ya venía prendido), jodió cantando vallenato y se le estaba yendo la mano poniendo a Alcibiades y a sus compañeros a que tocaran para él. Entre todos tuvimos que pararlo. ¡Qué man tan fastidioso!

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